Si emocionar al público
es la principal función de un thriller, Diego Velasco puede estar tranquilo,
pues su ópera primera La Hora Cero
(2010) hace exactamente eso: mantener a la audiencia al borde de sus asientos,
mientras observa las secuencias cargadas de acción que se despliegan en
pantalla. Pero el gusto del público no es el único factor que hace de la
película uno de los resultados más exitosos del cine nacional contemporáneo.
Un guión sólido es la base sobre la que todo
buen filme debe descansar, y ya en ese aspecto La Hora Cero la tiene ganada. Con una premisa sencilla pero fuerte,
la película no solo cuenta la necesaria historia de amor, sino que su hora y
cuarenta minutos de duración le alcanzan para hacer crítica frente a las
condiciones de trabajo en los hospitales públicos, las desigualdades sociales,
el abuso de poder y el papel de los medios de comunicación en la manipulación
de la opinión pública; todo enmarcado en un contexto que, aunque ambientado en
1996, sigue vigente.
Si bien a nivel audiovisual los elementos
empleados son bastante estándar (tanto para el género como para el cine en
general), la explotación de recursos narrativos es uno de los mejores aspectos
de la cinta. Desde el voice over,
pasando por varios flashbacks hasta
llegar a un plot twist final que
sorprende al público y a los personajes de la historia por igual, el filme hace
el uso correcto de estas herramientas para mantener el interés de la audiencia
de principio a fin.
Para aquellos que se dejen guiar por las
apariencias y cataloguen la película de ser la típica historia venezolana de
malandros, al analizarla bien se darán cuenta de que no es así. De hecho si
llegaran a despreciar La Hora Cero, tendrían
que hacer lo mismo con muchas cintas hollywoodenses, ya que la obra de Velasco
sigue muchas de las mismas estructuras que estas emplean. Y es que cuando el
personaje de El Buitre (Laureano Olivares) le dice a La Parca (Zapata 666): “esto no es una película gringa, Parca”
está mintiendo, porque de cierto modo sí lo es; es una película gringa (en
estilo) solo que desarrollada en un contexto venezolano.
El paro médico de 1996 y la Ladydi de La
Parca son la crisis en la cobertura de seguros y el hijo de Denzel Washington
en John Q (2002), solo que envueltos
en el drama del subdesarrollo. Claro que la naturaleza de los personajes de
Washington y Zapata 666 es distinta (uno es un padre desesperado por salvar a
su hijo y el otro un sicario al que el karma le ha jugado una mala pasada),
pero sus acciones son bastante parecidas: ambos secuestran una clínica reclamando
que sus seres queridos sean atendidos y en determinado momento deciden
aprovechar su posición para ayudar a terceros a recibir atención médica. Sus
finales son distintos, pero la relación que se establece entre los
protagonistas y la policía y la cobertura que hacen los medios de los
acontecimientos (entre otros aspectos) terminan por unir a ambos filmes más de
lo que uno cree.
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La Hora Cero (Der) y John Q (Izq) |
El uso del humor es quizás el rasgo de mayor "venezolaneidad" que transmite el filme, pero esto no es en lo absoluto algo
negativo. De hecho, no se le puede criticar a la película que no posea el
estilo característico del cine venezolano cuando tal cosa no existe en realidad
(todavía se está descubriendo), y especialmente cuando la formación profesional
del director se ha dado principalmente en el extranjero.
La verdad es que quizás sea toda esa
influencia foránea la razón principal por la que la cinta se llevó, en su
momento, el título de la película venezolana más exitosa de todos los tiempos.
Porque en líneas generales La Hora Cero es
un filme que puede gustar al público de todas las nacionalidades, pero que el
venezolano siente como suyo porque habla su mismo idioma.